Cómo en el letargo vamos decayendo hacia un pozo que aparentemente no tiene fondo, la libertad se nos escapa de la punta de los dedos y ya no esperamos en nada. La jaula de oro va deteriorándose en cuestión de parpadeos y nadie hace nada para remediar lo que se viene encima. Ensimismados en lo que no tenemos y en el juicio se vive el día a día en un mundo cristalizado por sí mismo.
Dicen que ojos que no ven, corazón que no siente... Ay de nosotros, si la mente pudiera hablar. Y mientras vamos persiguiendo fantasmas y cuentos de los que es previsible un final, la mayoría de las veces desagradable, recorremos todo un mundo de papel esperando a ser talado. Y no nos damos cuenta (yo la primera) de que lo esencial es invisible a los ojos, y lo que está ahí pide auxilio.
Centramos las ansias en aquello que no satisface y nos alimentamos de aquello que no nutre. Al fin y al cabo, se nos va la vida deseando otra.
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