jueves, 8 de julio de 2021

Renacimiento

 A las 2:45 de la noche, lloro. No lloro de pena o de tristeza, sino de emoción e ilusión. Unas sensaciones que hacía tiempo no sentía en plenitud. 

Miles de sentimientos encontrados, en los cuales predominan los anteriormente mencionados. Emoción e ilusión que fueron creciendo durante los dos años previos a la preparación de esta nueva etapa y que han sido cruciales para dar el paso (de nuevo). 

Dos años en los que no sólo han ido formándose y puliendo semejantes emociones, sino también dos años en los que las heridas se han ido cerrando poco a poco, y casi curando. Y digo casi, porque aún siento algo de miedo debido a la experiencia vivida anteriormente y que me hizo sentirme basura. Y gracias no solo a estos dos años de formación redescubriendo mi camino y mi vocación, también gracias a mis imprescindibles, vosotros sabéis quiénes sois... Que habéis sido un pilar del que me llevo en el corazón, y sé que es para toda la vida. 


He estado un curso entero dudando y con miedo de volver a la universidad. Miedo a sentir de nuevo mi inutilidad, la decepción con una misma y el sentir decepción del exterior. Rechazo. Y por eso mismo decido volver. 

Volver a intentarlo y quitarme esos miedos, de demostrar que no soy inútil, que si se quiere se puede. Y el corazón me pedía a gritos (a pesar de que la cabeza me traicionaba con los recuerdos) del seguir para adelante y poder demostrar(me) que sí, soy capaz. Más que capaz. 


Hoy recibo esto no solo como una buena noticia, sino como un reto y una nueva meta. El camino puede no ser fácil, pero estoy segura de que merecerá la pena. Y bien bonito que va a ser. Con mucha ilusión y emoción cojo la libreta para escribir que sí, el tiempo todo lo cura. Y hoy me siento fuerte.


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